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Palabras para Julio César Banasco.

Fue por las antiguas calles de Bruselas, que tuve la oportunidad de conocer y de acercarme al espíritu delicado hasta la timidez de Julio Cesar Banasco.

Sin embargo, pude apreciar la obra de este joven virtuoso cuando llegué un día a su casa en Pinar del Río, adonde me llevó el amor que le profesan sus admiradores. Sobre el suelo de la apenas iluminada vivienda, extendió los lienzos inspirados en íntimos motivos y por unos momentos, pareció como si se desatase una tormenta.

Y es que al trazo firme y definido, al ansia de hallar la perfección en la belleza de las formas, empeña su carácter cuando apenas ha comenzado lo que para él será un afortunado destino.

De todo lo que vi en tierras pinareñas, sobresalía un Cristo que sin perder ni un ápice el divino resplandor de su rostro, se mostraba viril y vigoroso. A esta visión que sustenta su propia fe en lo trascendental y eterno, debe el artista ese impulso que le permite llevarnos a la dimensión inédita de una vocación, forjada en el entorno gentil y acogedor de su tierra, donde hoy existe toda una escuela de pintura que se enorgullece de contarlo entre los suyos.

Doctor: Eusebio Leal Spengler. Historiador de la Ciudad
C. de la Habana. Agosto del 2004.

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